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De la ambición a la acción: Evaluación del liderazgo climático de Europa en la COP28 

14 de noviembre de 2023

Este artículo forma parte de nuestra serie COP28. Más información sobre CATF en la COP28.


La COP28 llega en un momento crucial para la acción climática europea. No sólo estamos llegando al final de una era monumental de acción climática en Europa -el mandato de la Presidenta de la Comisión, von der Leyen, se ha definido por un experimento sin precedentes en materia de política y regulación climáticas-, sino también a un momento de cambios de personal en la cúpula y de elecciones europeas a la vuelta de la esquina. Dentro de la UE, la política nacional y regional se ha visto dominada por los debates sobre costes energéticos, acción climática y planificación económica. 

La COP28 de Dubai, por tanto, es una buena oportunidad para hacer balance, recalibrar y fortalecer el enfoque europeo de la transición energética.  

En los últimos cuatro años hemos asistido a docenas de notables políticas climáticas europeas que afectan a todos los sectores importantes. Entre ellas destacan innovaciones como el primer Mecanismo de Ajuste de las Emisiones de Carbono en la Frontera (CBAM) y la regulación de las importaciones de metano, ambos hitos mundiales en la búsqueda de una profunda descarbonización. La COP es el foro adecuado para mostrar estos avances y, lo que es más importante, para negociar las asociaciones internacionales a largo plazo necesarias para hacerlos realidad.  

Pero conviene subrayar que Europa sigue lejos de cumplir sus objetivos climáticos. Bruselas no puede dormirse en los laureles. Von der Leyen lo reconoció en su discurso sobre el estado de la Unión Europea de octubre, cuando reafirmó que el Pacto Verde Europeo no había hecho más que empezar: "Cuando se trata del Pacto Verde Europeo, mantenemos el rumbo. Seguimos siendo ambiciosos. Nos ceñimos a nuestra estrategia de crecimiento". 

Europa, considerada durante mucho tiempo pionera en materia climática, se enfrenta a un panorama geopolítico y macroeconómico alterado. Los responsables políticos reconocen ahora que la política climática no puede existir de forma aislada; debe ir acompañada de planes de prosperidad económica y seguridad energética, y la política europea debe tener en cuenta las tendencias mundiales para trazar un rumbo estable en las décadas de 2030 y 2040. La estrategia para alcanzar la neutralidad climática en 2050 debe ser resistente a los choques externos, desde la inseguridad energética y la escasez de recursos hasta la excesiva dependencia de la fabricación externa, junto con retos internos como el cortoplacismo rampante, el envejecimiento de la mano de obra, los elevados costes de la electricidad y unas perspectivas económicas inciertas. 

La COP28 sirve como potente recordatorio de que los esfuerzos de descarbonización de Europa deben trascender las fronteras. Europa sola no puede combatir el calentamiento global. La interconexión con múltiples mercados tras la desvinculación de Rusia subraya la importancia de Europa como mayor importador de energía del mundo. Además, el papel pionero de Europa en tecnologías limpias exige su adopción global para cumplir los objetivos climáticos. Reconociendo la creciente demanda mundial de energía de aquí a 2050, las estrategias europeas a largo plazo deben ajustarse a esta realidad. 

Además, la competencia de Europa en diplomacia climática y su papel de "regulador mundial" pueden facilitar la transición a un nuevo sistema de energía limpia. La formulación de normas universales integradoras debería ser un método para agilizar la ingente tarea de coordinar un cambio global hacia infraestructuras energéticas limpias. 

Los últimos dos años han sido tumultuosos para Europa, caracterizados por importantes trastornos energéticos y climáticos, que han provocado una reevaluación de los planteamientos convencionales. Eso ha significado que opciones tecnológicas antes prohibidas , como la captura y almacenamiento de carbono, por fin están ganando terreno, que la energía nuclear está volviendo a entrar en los debates y que el papel del hidrógeno está siendo reexaminado. Esperemos que esto marque el comienzo de la adopción por parte de los responsables políticos europeos de una estrategia basada en opciones que valore la rápida descarbonización por encima de la pureza ideológica percibida. 

Para el resto del mundo, Europa ofrece algunas lecciones fundamentales. La montaña rusa que ha sido la UE en su ambiciosa formulación de políticas, yuxtapuesta a perturbadoras convulsiones energéticas, sirve de ejemplo para otras regiones que aspiran a la neutralidad climática. Incluso en lo que parece un plan bien estructurado, la necesidad de incertidumbre y flexibilidad en los planes de transición es evidente para crear estrategias verdaderamente sólidas. 

Mientras navegamos por un tumultuoso ámbito geopolítico que podría describirse como una "permacrisis", es evidente que el camino de Europa hacia la neutralidad climática exige planificación, adaptabilidad y resiliencia. Esta recalibración requiere una estrategia con visión de futuro que no sólo aborde los retos inmediatos, sino que prevea y mitigue las incertidumbres futuras. El futuro exige un planteamiento global cohesionado que trascienda las fronteras geográficas, se ajuste a la creciente demanda energética y navegue por el dinámico panorama macroeconómico. 

La conclusión de la COP28 debe marcar no sólo la consecución de hitos, sino el inicio de una estrategia sólida y adaptable para una Europa climáticamente neutra en un panorama mundial en constante evolución. Ha llegado el momento de la colaboración mundial, de las estrategias adaptables y de las soluciones innovadoras, y Europa se encuentra en el precipicio, dispuesta a liderar este proceso. 

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