¿Por qué esperar hasta 2016 para reformar el RFS?
La reforma del RFS ya debería haberse llevado a cabo hace tiempo. Desde 2007, cuando el Congreso y el Presidente George W. Bush ampliaron significativamente el RFS exigiendo a los estadounidenses el uso de 36.000 millones de galones de biocombustible al año para 2022, la página web Clean Air Task Force (CATF) y otras organizaciones han analizado los impactos negativos de esta política sobre el cambio climático, la seguridad alimentaria mundial, la preservación del hábitaty la calidad del agua. Dos grandes problemas destacaron casi desde el principio. En primer lugar, el RFS empaparía al país de etanol de maíz, perjudicial para el medio ambiente. En segundo lugar, la legislación no era adecuada para impulsar el desarrollo de combustibles para el transporte que pudieran reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Cuando la Agencia de Protección Medioambiental empezó a aplicar el RFS ampliado, ya era obvio que la ley era una chapuza.
El RFS es mejor para generar problemas que para aportar soluciones. El principal logro del programa hasta la fecha -el aumento del consumo de etanol de maíz- ha hecho subir los precios de los alimentos en Estados Unidos y en todo el mundo y ha aumentado las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación del aire y del agua y la destrucción del hábitat. Aunque el Congreso tenía buenas intenciones de reducir el cambio climático global con la aprobación del RFS, la gran mayoría del combustible producido y consumido de acuerdo con el programa ha tenido el efecto contrario. Los análisis de la EPA y el Consejo Nacional de Investigación mostraron que el etanol de maíz fabricado entre 2010 y 2015 -es decir, casi el 90% de la producción total de biocombustibles hasta la fecha en el marco del RFS- no logra la reducción mínima del 20% de las emisiones de GEI exigida por el Congreso en 2007. Y lo que es peor, CATFLa revisión de la EPA de los datos de la EPA descubrió que la producción de etanol de maíz de Estados Unidos en realidad está aumentaen lugar de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El uso del 40% de la cosecha de maíz de Estados Unidos para combustible también ha provocado precios récord del maíz y de los alimentos en los últimos años, un récord de plantación de maíz, y el consiguiente impacto en otros mercados de cultivos básicos y el cambio de uso de la tierra tanto en Estados Unidos como en otros países, ya que hay que poner más tierra en producción para cultivar alimentos desplazados.
Mientras tanto, el RFS no ha logrado impulsar la producción de biocombustibles celulósicos producidos a partir de materias primas beneficiosas para el medio ambiente que no compiten con los mercados de alimentos, como los residuos agrícolas. Hace tiempo que está claro que los ambiciosos objetivos de la política (léase: muy poco realistas) de la política no son suficientes para superar los diversos retos económicos, logísticos y tecnológicos que retrasan el desarrollo de biocombustibles avanzados y respetuosos con el clima. No por casualidad, el presidente de la Asociación de Biocombustibles Avanzados acaba de anunciado que la organización comercial apoyaría los esfuerzos de reforma porque "la Norma de Combustibles Renovables -la misma herramienta que se creó para fomentar nuestra industria- se ha convertido en uno de los mayores obstáculos para el desarrollo continuo de la industria de los biocombustibles avanzados y celulósicos...."
Ante estos problemas, la EPA y los miembros del Congreso han propuesto reducir no sólo el mandato del etanol de maíz, sino también el mandato general del RFS. CATF apoyado la propuesta de la EPA de otoño de 2013, que la Agencia aún no ha finalizado. Además, CATF se ha opuesto a a la clasificación del biobutanol fabricado a partir de granos de maíz como biocombustible "avanzado", lo que no haría más que exacerbar la competencia entre los mercados de alimentos y de combustibles y aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero a medida que las praderas nativas, los humedales, los pastos y otras tierras ricas en carbono se conviertan en una producción adicional de maíz.
Se necesitan reformas que deberían haberse llevado a cabo hace tiempo para reducir las amenazas que el RFS supone para el clima y el medio ambiente en general. Desde que se amplió el RFS en 2007, hemos visto cómo la producción de etanol de maíz ha ido en aumento, casi a pesar de los daños medioambientales que causa, de la histórica sequía de 2012 y de la disminución de la capacidad del mercado de la gasolina Estados Unidos para acoger más etanol. Hemos visto cómo languidecía el desarrollo de biocombustibles celulósicos y otros tipos de combustible para el transporte potencialmente beneficiosos para el clima. A la vista de estos fracasos, no necesitamos unas elecciones presidenciales para decirnos que es hora de volver a la mesa de dibujo de los biocombustibles.