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El futuro energético de África

COP26: África no es un dato único y estático

2 de noviembre de 2021 Área de trabajo: Acceso a la energía

Este artículo fue publicado originalmente por African Arguments.


Ante la creciente preocupación por el cambio climático, la necesidad de pasar de los combustibles sucios a otros más limpios ha cobrado protagonismo. Mientras nos dirigimos a Glasgow para la COP26, el debate en los países más ricos, principalmente en Occidente, se centra en el conjunto óptimo de tecnologías y políticas que pueden poner a estos países en el camino hacia el cero neto. En África, la situación es diferente. Aquí existe una tensión entre responder al imperativo de cambiar a una energía más limpia y perseguir el tan necesario crecimiento económico.

Los países africanos quieren ver una mejor representación de esta compleja realidad en las negociaciones sobre el clima. Por eso, a los habitantes del continente les preocupa tanto que la COP26 sea excluyente por el acaparamiento de vacunas y las costosas recomendaciones de cuarentena de los países ricos.

África va a la zaga del mundo en el acceso a la electricidad y otros combustibles modernos. El consumo de energía per cápita en el continente, sin incluir el norte de África, es aproximadamente el 5% del de las economías avanzadas. Al mismo tiempo, 1 de cada 4 personas del planeta será africana en 2050, y aumentará a 1 de cada 3 en 2100. La mayor parte de este crecimiento demográfico se producirá en las ciudades, y se calcula que para 2040 se habrán añadido 500 millones de personas a las zonas urbanas de África. Estas personas vivirán en megaciudades repletas de gente, coches, edificios e industrias. Esto tendrá enormes implicaciones para la demanda de energía.

Con las previsiones de crecimiento de las economías africanas, la expansión de su joven mano de obra y el aumento de la demanda de bienes de consumo, el continente tiene un gran potencial para aumentar la producción y crear riqueza. El acceso a una energía abundante será esencial para ello, pero la amenaza del cambio climático hace imposible satisfacer estas necesidades crecientes quemando combustibles fósiles indefinidamente. Es urgente conciliar las prioridades económicas de África con el imperativo de descarbonizar el sistema energético mundial.

El crecimiento del sector energético africano dentro de los límites del clima es un reto enorme. Exige soluciones realistas que tengan en cuenta las necesidades de desarrollo de África y que reconozcan al continente como un actor importante en la consecución de los objetivos climáticos. En la actualidad, la mayoría de los modelos de transición climática y energética que conforman los diálogos mundiales tratan a África como un único punto de datos, sin captar la heterogeneidad de las diversas dotaciones energéticas y aspiraciones de crecimiento de los 54 países independientes. Peor aún, estos influyentes análisis asumen implícitamente la continuidad de la pobreza y el bajo consumo.

Está claro que necesitamos una visión nueva y realista del futuro energético de África. Los países africanos necesitan un acceso inmediato a una energía abundante, siempre disponible y rentable. Las soluciones locales o sin red que ofrecen hoy las agencias de ayuda internacional tienen un importante papel que desempeñar para proporcionar un primer acceso, pero no pueden atender la creciente demanda industrial. Los sistemas solares domésticos y las lámparas a pequeña escala son limitados en tamaño e intermitentes. Unas redes sólidas y centralizadas, junto con unos servicios públicos que funcionen bien, seguirán siendo esenciales para los países africanos en sus programas de crecimiento económico.

Aunque África es un bajo emisor de gases de efecto invernadero, ha llegado el momento de sentar las bases para el desarrollo de la energía de carbono cero, preparando al continente para una amplia adopción cuando estas tecnologías sean económicamente viables. Esto puede ayudar a los países africanos a evitar los efectos de bloqueo asociados a la construcción de más infraestructuras energéticas basadas en los combustibles fósiles.

Para algunos países, este camino será más fácil que para otros. Por ejemplo, mientras que Etiopía está dotada de vastos recursos hidroeléctricos y geotérmicos, la economía de Nigeria depende en gran medida del petróleo y el gas. Las trayectorias de estos dos países con bajas emisiones de carbono están a años luz de distancia y no es realista imaginar que una tecnología o un modelo de suministro único pueda ser una bala de plata. Tenemos que abordar esta cuestión de forma pragmática, caso por caso. En Nigeria, por ejemplo, las vías prácticas requerirán que se preste atención a la reducción del gas natural a corto plazo y a un sólido programa de diversificación económica a largo plazo.

En la consecución de este objetivo, la cooperación regional podría ser esencial para promover vías de desarrollo energético más limpias, reducir los costes de la energía y mejorar la fiabilidad del suministro. Los países que tienen como única opción la generación basada en el petróleo pueden estar rodeados de países con fuentes de carbono cero ricas pero poco desarrolladas y podrían beneficiarse de los mercados regionales. A través del West Africa Power Pool, por ejemplo, países con limitaciones energéticas como Malí, Burkina Faso y Liberia podrían ver reducidos en un 20% los costes de generación, lo que supondría un ahorro equivalente al 1-3,5% del PIB.

Una nueva visión de un África rica en energía puede y debe ser liderada por el continente. Durante décadas, los africanos se han situado como consumidores de tecnologías en lugar de participar activamente en su desarrollo. De ahí que se haya prestado poca atención al fortalecimiento de la investigación y la innovación en el continente. Sin embargo, ahora que África se prepara para un cambio económico y demográfico en este siglo, ha llegado el momento de que las instituciones, los investigadores y los expertos africanos tomen la iniciativa para configurar el futuro energético del continente y del mundo. No hay ninguna razón para que los países del Valle del Rift de África Oriental, dotados de algunos de los recursos geotérmicos más ricos del mundo, no puedan ser líderes mundiales en el avance de estas tecnologías.

África puede tener un futuro de energía limpia que aproveche su dotación única de recursos y su capital humano. Pero para conseguirlo, la comunidad mundial debe acabar con las viejas suposiciones y trabajar con los países africanos para crear un continente próspero y respetuoso con el clima que albergará una cuarta parte de la población mundial en 2050. La COP26 puede marcar el inicio de este viaje, aunque el que Glasgow se convierta en un punto de inflexión para la acción climática dependerá de algo más que de los compromisos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Dependerá de lo bien que centremos las aspiraciones de desarrollo actuales y futuras de África en el debate sobre el clima.

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