CATF promueve la agricultura sostenible y la estabilidad climática mediante la concienciación sobre las oportunidades y los riesgos de las políticas de biocombustibles y la colaboración con los principales investigadores para analizar el impacto medioambiental de los biocombustibles en el mundo real.
CATF pretende reorientar la política de biocombustibles sustituyendo los supuestos obsoletos por análisis basados en datos. Colaboramos con economistas, modelizadores climáticos y otros investigadores de todo el mundo para anticipar y evaluar el impacto total de las políticas de biocombustibles en los mercados mundiales de productos agrícolas y forestales, así como los efectos asociados en el clima, los precios de los alimentos, la biodiversidad y las condiciones sociales en las regiones donde se cultivan las materias primas para los biocombustibles.
Las políticas energéticas de Estados Unidos han promovido la producción de biocombustibles mediante mandatos, subvenciones y créditos fiscales durante décadas. La legislación promulgada en 2007 amplió drásticamente el compromiso de la nación con los biocombustibles, aumentando los objetivos de consumo anual de biocombustibles de 5.000 millones de galones en 2006 a 36.000 millones de galones en 2022. El mandato federal de consumo de biocombustibles, llamado Renewable Fuel Standard (RFS), está fracasando. La política debía estimular el desarrollo de biocombustibles beneficiosos para el clima a partir de materiales de desecho y otras materias primas que no compiten por las tierras de cultivo. Pero después de más de una década, la gran mayoría de los biocombustibles que se venden para cumplir con la RFS se fabrican con maíz, soja y azúcar.

El uso de tierras agrícolas productivas para cultivar las cosechas utilizadas para fabricar estos combustibles reduce la cantidad de tierra disponible para la producción de alimentos. La reducción resultante de la oferta crea una señal de precios que impulsa a los agricultores y ganaderos a convertir los bosques, los pastizales y los humedales en tierras de cultivo y pastos; cuando se aran estas tierras, se liberan a la atmósfera cantidades sustanciales de dióxido de carbono procedentes del suelo y las plantas. Como resultado de estas emisiones relacionadas con el uso de la tierra, el impacto climático neto de la mayoría de los biocombustibles convencionales oscila entre algo mejor que el de la gasolina y el gasóleo y bastante peor.
Las políticas que promueven el uso de biocombustibles se están reformulando en Europa, mientras que en Estados Unidos se está debatiendo la posibilidad de reorientar y dimensionar el RFS. CATF está trabajando con agencias e investigadores independientes en herramientas analíticas y medidas políticas que distingan más eficazmente entre los biocombustibles que pueden ayudar a mitigar el cambio climático y los que no.
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