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El fracking y el almacenamiento geológico de carbono pueden coexistir con seguridad

7 de junio de 2012

Un reciente artículo de investigadores de Princeton publicado en Environmental Science and Technology cuestiona la compatibilidad de la fracturación hidráulica ("fracking") y el almacenamiento geológico de carbono y ha recibido una atención injustificada. A pesar de las conclusiones del artículo, las pruebas abrumadoras sugieren que el almacenamiento geológico puede coexistir de forma segura con otras actividades del subsuelo, incluyendo la extracción de petróleo y gas y las operaciones de gas de esquisto. He aquí el motivo:

El estudio se basa en la suposición simplista de que cuando hay algún solapamiento entre un emplazamiento de almacenamiento geológico de carbono y un emplazamiento de gas de esquisto, las dos actividades son incompatibles. Su afirmación se basa en la suposición de que una formación de gas de esquisto tendría que funcionar necesariamente como un "sello" para evitar el escape del CO2 almacenado en una formación de almacenamiento geológico por debajo de ella. En su documento, los autores representaron este punto con el siguiente mapa que tacha erróneamente el almacenamiento geológico de CO2 donde hay producción de gas de esquisto en la mayoría de las cuencas sedimentarias de Estados Unidos:

Mapa de Elliott y Celia 2012

El problema es que, al adoptar estas simples suposiciones, el equipo de Princeton pasó por alto la tercera dimensión -la profundidad- y los miles de metros de separación física de las formaciones y la consiguiente complejidad geológica que suele existir debajo. Las cuencas sedimentarias no están formadas por dos simples capas, es decir, el depósito de CO2 y la capa de roca madre/gas de esquisto. Por el contrario, las secuencias sedimentarias suelen estar formadas por miles de metros de roca madre, con múltiples capas de pizarra, areniscas y calizas (que también pueden ser "herméticas" o muy impermeables). De hecho, como el CO2 debe inyectarse en un estado "supercrítico" similar al de un fluido, en lugar de como gas, el secuestro debe tener lugar a una profundidad de más de media milla. En la cuenca de Illinois, por ejemplo, cerca del corazón de la industria de la energía del carbón, la mayor fuente del país de CO2 producido por el hombre, el carbono almacenado en acuíferos salinos profundos tendría que viajar hacia arriba a través de múltiples capas de pizarra impermeables y otras formaciones que comprenden casi 7.000 pies de roca -más de cuatro veces la altura de la Torre Sears en Chicago- para llegar a la superficie.

Así que los autores llegaron a la falsa conclusión de que una excluiría necesariamente a la otra, dado que estas operaciones pueden coexistir con seguridad cuando hay miles de pies de separación vertical entre el almacenamiento de carbono y las zonas de gas de esquisto con múltiples zonas de confinamiento entre ellas, como ilustra claramente nuestro diagrama esquemático de abajo (basado aproximadamente en la geología generalizada de la cuenca de IL del ISGS):

Rechazar la seguridad del almacenamiento geológico de carbono basándose en una superposición bidimensional de proyectos es como decir que dos aviones de pasajeros no pueden volar en el mismo espacio aéreo aunque estén separados verticalmente por miles de metros. No hay ningún riesgo de colisión inevitable. Del mismo modo, en la mayoría de las cuencas sedimentarias, el conflicto inevitable entre el GS y el fracking sería mucho menor que el representado en este documento. Por tanto, hasta que el análisis se realice en tres dimensiones -incorporando datos geológicos del subsuelo específicos del lugar- las conclusiones de este estudio son prematuras en el mejor de los casos y muy engañosas en el peor.

Dicho esto, hay una conclusión importante de este informe: los reguladores deben prestar mucha atención a la interacción de las actividades de desarrollo del gas de esquisto y del almacenamiento geológico. Al igual que los aviones que operan en el mismo espacio aéreo necesitan controladores de tráfico aéreo, las actividades del subsuelo como el almacenamiento geológico y las operaciones de gas de esquisto requieren una revisión geológica, un seguimiento continuo y una supervisión reglamentaria para evitar conflictos. Con salvaguardias razonables, es probable que los depósitos de almacenamiento de CO2 puedan, en muchas zonas, coexistir de forma segura en el mismo espacio con las operaciones convencionales y no convencionales de petróleo y gas, incluida la producción de gas de esquisto y la fracturación hidráulica.

Por último, desde el punto de vista práctico, hay pocas razones para creer que la actividad del gas de esquisto vaya a impedir el desarrollo de la tecnología de captura y almacenamiento de carbono. El Departamento de Energía (DOE) estimó en 2012 que las formaciones geológicas de Estados Unidos pueden proporcionar 500 años de almacenamiento para las emisiones norteamericanas de CO2: entre 2 y 20 billones de toneladas métricas. (Estados Unidos las emisiones anuales del sector eléctrico son de 2,4 billones de toneladas.) Una parte considerable de esta capacidad de almacenamiento estimada se encuentra en alta mar, donde la extracción de gas de esquisto no sería realista. Estados Unidos Además, este análisis no tiene en cuenta la estimación del DOE de 120.000 millones de toneladas de capacidad de almacenamiento de CO2 en formaciones petrolíferas agotadas que han contenido petróleo y gas natural durante millones de años. Por último, la Ley de Agua Potable Segura obliga a los operadores de almacenamiento geológico a realizar un estudio tridimensional exhaustivo de la geología y los riesgos antes de iniciar la inyección y el almacenamiento de CO2 en acuíferos salinos. La conclusión es que las operaciones de gas de esquisto y la fracturación hidráulica no deberían suponer ningún impedimento para el desarrollo de la capacidad de almacenamiento geológico de carbono en el Estados Unidos

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