Captura y almacenamiento de carbono: por qué es esencial
La medida adoptada por la EPA la semana pasada para regular las emisiones de gases de efecto invernadero de las nuevas centrales eléctricas marca el inicio de una era de uso generalizado de la captura y el almacenamiento de carbono (CAC) en la generación de energía fósil. A partir de ahora, a falta de cualquier otra tecnología que permita reducir las emisiones, todas las nuevas centrales eléctricas de carbón deberán contar con sistemas de captura, transporte y almacenamiento de sus emisiones de dióxido de carbono a razón de 1100 libras de CO2 por MW-hora. Así debe ser si Estados Unidos quiere cumplir sus objetivos climáticos para 2050. En CATF llevamos una década trabajando en el tema de la CAC, tanto en Estados Unidos como en China, y acogemos con satisfacción esta iniciativa clave de la Administración para hacer frente al cambio climático.
Dos categorías de fuentes fijas representan casi el 66% de las aproximadamente 30 gigatoneladas (Gt) de CO2 liberadas en el mundo por la actividad humana: las centrales eléctricas (11,9 Gt) y las instalaciones industriales (7,4 Gt). La CAC puede reducir las emisiones de CO2 de las fuentes fijas de estas dos categorías en un 90%. Puede aplicarse tanto a las centrales eléctricas como a las instalaciones industriales nuevas y existentes, y puede capturar el CO2 de cualquier fuente de combustible fósil: carbón, gas, petróleo, biomasa o residuos. Esta versatilidad y el potencial de realizar grandes reducciones para mediados de siglo hacen de la CAC una opción esencial para la reducción del cambio climático.
Sin embargo, llevamos mucho tiempo escuchando las afirmaciones de la industria del carbón y de algunas compañías eléctricas de que la CAC no está tecnológicamente preparada ni es económicamente viable, y el coro se hizo más fuerte el viernes cuando la administradora de la EPA, Gina McCarthy, anunció la norma propuesta. Pero hoy, esas afirmaciones no son ciertas. Durante décadas, los sistemas de captura de carbono se han utilizado en grandes plantas industriales para capturar el CO2 que de otro modo se liberaría a la atmósfera. Además, también durante décadas, millones de toneladas de CO2 se han inyectado y almacenado en yacimientos petrolíferos agotados para contribuir a la producción de más petróleo, proporcionando un flujo de ingresos a los promotores de las plantas para vender el carbono capturado. Y los sistemas integrados de captura y secuestro llevan funcionando aquí y en todo el mundo desde hace casi veinte años. Esta norma garantiza que la tecnología CAC sea reconocida como lo que es: un sistema óptimo de reducción de emisiones para el sector energético.
Como ha señalado el administrador McCarthy, actualmente se están construyendo grandes centrales eléctricas de carbón, como la de Kemper, en Mississippi, que capturarán millones de toneladas de CO2 cada año y lo aislará de la atmósfera. Otras plantas nuevas que cumplirán la norma están a punto de empezar a funcionar, como el Proyecto de Energía Limpia de Texas. El Proyecto de Gasificación de Dakota lleva muchos años capturando el CO2 del carbón gasificado y enviándolo para su secuestro en Canadá. Estos proyectos se llevan a cabo gracias a las décadas de experiencia previa con cada una de las tres tecnologías que componen la CAC: captura, transporte y almacenamiento.
Así pues, en contra de lo que afirman los opositores a la norma, la CAC es una solución tecnológica de control de emisiones probada para las centrales eléctricas de carbón. Además, la EPA ha proporcionado a los promotores de las centrales una flexibilidad adecuada para introducir esta tecnología a lo largo del tiempo, con el fin de moderar el coste de la aplicación de la norma para los consumidores. Por lo tanto, la EPA ha enviado una señal clara al mercado de que la CAC es necesaria ahora para el carbón, no sólo en un futuro hipotético. Como sugiere el modelo de la EPA en apoyo de la norma, dado el precio actual del gas, puede ser cierto que sólo se construyan centrales de gas en un futuro próximo, pero la norma de nuevas centrales propuesta por la EPA impulsará una mayor innovación en los próximos años, de modo que cuando los precios del gas suban, y el carbón vuelva a ser más viable económicamente, el clima no se resienta.
Además, las quejas de que la tecnología de CAC no está "disponible comercialmente y en amplio uso" ahora, pasan por alto completamente el funcionamiento de este programa de la Ley de Aire Limpio. Desde su promulgación en 1970, esta parte de la ley ha sido diseñada para "forzar la tecnología", para animar a la industria a desarrollar y ampliar las tecnologías de control de emisiones de todo tipo.
Este enfoque ha funcionado con éxito durante más de 40 años, por ejemplo, con el desarrollo de los "depuradores" de dióxido de azufre para eliminar las emisiones de las centrales de carbón convencionales. Entonces, como ahora, la industria se quejó de que el cielo se caería, la economía nacional se derrumbaría y se perderían miles de puestos de trabajo, pero ocurrió justo lo contrario. La tecnología de los depuradores despegó, las centrales la instalaron a un ritmo más rápido de lo previsto, los costes fueron menores de lo esperado y se salvaron miles de vidas gracias a la drástica reducción de los contaminantes convencionales de estas centrales. Lo mismo ocurrió cuando la EPA estableció una norma NSPS fuerte, basada en parte en los sistemas de recuperación catalítica selectiva, para los NOx en la década de 1990.
Además, no cabe duda de que países como China e India, que dependen en gran medida del carbón, tomarán nota de lo que están haciendo Estados Unidos y Canadá para acabar con las mayores fuentes de gases de efecto invernadero.
En conjunto, la finalización y la aplicación de las normas de rendimiento para el CO2 de las plantas de carbón nuevas y, el año que viene, de las ya existentes, son las decisiones más importantes en materia de energía y clima sobre las emisiones de fuentes fijas que tomará la Administración Obama. La Administración se ha comprometido a que este país alcance el objetivo de una reducción del 80% de las emisiones de carbono para 2050 que muchos otros países acordaron antes de la cumbre mundial sobre el clima de Copenhague en 2009. Todas las plantas fósiles, incluidas las de gas natural, deben contar con una CAC completa para 2050 si realmente queremos alcanzar este nivel de reducción.
Debemos empezar hoy mismo a hacer que la tecnología CAC sea la base de las normas de las centrales eléctricas, si queremos alcanzar estos objetivos ambiciosos y necesarios. Esta norma no es el fin del carbón, como afirman algunos críticos de la industria, sino el comienzo del uso generalizado de una tecnología para el carbón que requiere capturar y almacenar su dióxido de carbono de forma permanente y segura en el subsuelo. Todavía hay tiempo para actuar, y esta norma es un primer paso esencial.