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Aplaudir las normas tan esperadas

3 de enero de 2011

El 2 de enero de 2011 ocurrió algo sorprendente, o mejor dicho, no ocurrió. A pesar de las predicciones de los negacionistas del clima y de los detractores de la normativa, el cielo no se cayó, ni siquiera empezó a caer. Porque ese día, la Agencia de Protección del Medio Ambiente Estados Unidos empezó a aplicar la tan esperada normativa de la Ley de Aire Limpio que acabará exigiendo a los principales emisores estacionarios de gases de efecto invernadero, como centrales eléctricas, refinerías de petróleo e instalaciones industriales, que reduzcan sus emisiones. Como resultado, nuestro país, y nuestra atmósfera, estarán mejor, no peor.

Hace tiempo que sabemos que las centrales eléctricas de carbón son la mayor fuente de una serie de males ambientales, y según un reciente Clean Air Task Force estudioson la causa de 13.000 muertes anuales por enfermedades cardiovasculares y respiratorias. También son la fuente del 40% de las emisiones de carbono de Estados Unidos , la mayor fuente industrial de emisiones de smog, y producen anualmente suficientes cenizas de carbón para llenar el Gran Cañón. Pero como las centrales eléctricas de carbón son también la mayor fuente de energía eléctrica de este país, y se reconoce ampliamente que el carbón no va a desaparecer en breve, una acción reguladora gradual es ahora la forma más eficaz de mantener las luces encendidas, así como de protegernos de los peores efectos del cambio climático global.

Las encuestas de opinión pública muestran un apoyo constante a la acción de la EPA para limpiar la contaminación de las centrales eléctricas, incluida la de CO2. Así pues, a falta de una legislación federal que establezca un límite a las emisiones de gases de efecto invernadero en toda la economía en un futuro próximo, la EPA no tiene más remedio que actuar conforme a su mandato de proteger el medio ambiente de este país de una gran diversidad de contaminantes, incluidas las emisiones de gases de efecto invernadero, mediante una regulación inteligente y económicamente acertada.

En virtud de la Ley de Aire Limpio y de otras leyes medioambientales, la EPA está obligada a dictar normas que reduzcan el SO2, los NOx, las sustancias químicas tóxicas como el mercurio, los residuos de cenizas de carbón y el CO2 de las centrales eléctricas de carbón. En este momento, la EPA está en proceso -dictado por orden judicial- de emitir reglamentos sobre los cuatro primeros y la semana pasada, en la resolución de un litigio, anunció su intención de proponer normas de rendimiento sobre el CO2 para las centrales eléctricas nuevas y existentes para julio de 2011, con normas definitivas para mayo de 2012.

Las nuevas normas de rendimiento del carbón propuestas deben garantizar que no se construyan nuevas centrales de carbón en Estados Unidos sin controles de las emisiones de gases de efecto invernadero, y que la flota de carbón existente se modernice gradualmente para reducir significativamente todas sus emisiones nocivas. El establecimiento de normas de rendimiento para las centrales de combustibles fósiles proporcionará una hoja de ruta clara para el futuro de la energía limpia de Estados Unidos, nivelando el terreno de juego económico entre las fuentes de energía limpia y dando a las empresas de servicios eléctricos la certeza que necesitan para tomar decisiones sólidas que puedan ayudar a evitar la inversión a fondo perdido en tecnologías de limpieza incrementales. Si se hace bien, la normativa sobre centrales eléctricas de la EPA impulsará miles de millones de dólares de inversión en nuevas tecnologías de energía limpia y en la limpieza de las centrales existentes, lo que contribuirá a crear decenas de miles de nuevos puestos de trabajo. Pero si la nueva normativa exige normas de rendimiento poco estrictas, no sólo no conseguiremos reducir suficientemente las emisiones de CO2, sino que nos arriesgaremos a invertir en exceso en centrales viejas y obsoletas.

Al mismo tiempo, el gobierno federal debe asociarse con la industria privada en este proceso, ya que la vía más lógica para limpiar las emisiones de GEI de las fuentes fijas será el desarrollo de una sólida industria de captura y almacenamiento de carbono (CAC). Ya existen proyectos de demostración de CAC en Dakota del Norte, el Mar del Norte y Argelia, y se han propuesto nuevos proyectos en Estados Unidos, China y Europa. Debemos intensificar considerablemente estos esfuerzos para acelerar el paso de los proyectos de demostración a una oferta de proveedores de tecnología que ofrezcan opciones comerciales rentables.

Pero el proceso no puede detenerse en el carbón. Dado que las empresas de servicios públicos consideran cada vez más el gas natural como una fuente de energía "más limpia" y más rentable, las normas de rendimiento de las nuevas fuentes deben ser lo suficientemente estrictas como para exigir no sólo la captura y el secuestro de las emisiones de GEI del carbón, sino también de las emisiones de gas natural. De lo contrario, nunca lograremos las reducciones necesarias para estabilizar nuestro clima global.

Así pues, al entrar en el nuevo año, en lugar de lamentarnos por los problemas de Chicken Little, podemos sentirnos esperanzados al darnos cuenta de que, por fin, este país está tomando medidas audaces para empezar a reducir las fuentes del cambio climático global. Estos avances no se producirán sin enormes batallas, pero pase lo que pase, el cielo seguirá estando ahí el año que viene, y el siguiente, y puede que esté un poco más limpio cada año.

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